Editorial - Ediciones B
Género - Romántica actual
Puntuación ★★★☆☆ (3.5)
Bree Camden está perdida y secretamente enamorada de su mejor amigo (y también estrella de fútbol americano) Nathan Donelson. Pero ese no es el único problema que tiene. Después de un accidente que pone fin a su sueño de ser bailarina, Bree se dedica a llevar su propia escuela de danza... mientras pueda pagar el alquiler, claro.Cuando Nathan acude al rescate y compra el edificio en el que se encuentra su negocio, la orgullosa Bree no se lo toma del todo bien. Tras un par (bueno, quizá más) de chupitos de tequila, se va de la lengua delante de una periodista y el mundo entero termina creyendo que ella y Nathan están destinados. Con la superbowl a la vuelta de la esquina, estos dos «nada más que amigos» se ven obligados a fingir una relación ante las cámaras durante tres semanas. Tres semanas enteras.¿Habrá llegado el momento de que Bree revele sus sentimientos?Y... ¿podría Nathan estar ocultando los suyos también?
Opinión personal
Debo admitir que la evidente presencia de este cliché tan
tradicional en la literatura, de la romántica actual, ha resultado determinante
a la hora de catalogar este mismo título como un libro potencialmente
interesante como opción real de lectura, por siempre asegurarme un
entretenimiento genuino muy capaz de enganchar ya desde su primera página y
confeccionar con ello una opinión del todo positiva.
Las reglas del juego, es de esos libros que no necesitan
reeditar la vieja fórmula de la romántica más tradicional, para seducir al
lector. En sus páginas, se desarrolla una trama de corte sencillo y natural,
que trata de narrar con sosiego una historia de amor mínimamente embellecida de
ese contenido adulto tan presente en el género bajo el que se escribe esta
historia. Su evolución se sustenta puramente en las emociones de dos
personajes que pasan de la amistad al romance, creando con ello escenas un
tanto llamativas y hábilmente narradas para atrapar y convencer. Se deja envolver
además, de un paisaje literario no del todo llamativo, pero sí muy capaz de
resultar bello por la comodidad brindada y por escenificar de manera detallada,
esta historia exenta de arduas complejidades.
Bree y Nathan, son dos protagonistas cuya presencia resalta
en parte por ese interés propio de la autora de sustentar su trama en los
sentimientos de ambos, cuya evolución resulta creíble y natural. Sus sendas
historias personales quizás apuestan de manera excesiva por una sencillez que,
en ocasiones, le hace desprenderse de cierto toque sorpresivo, de esta manera, su
contenido llega a ser previsible e inevitablemente normalizado. Aunque si
que es cierto que cada uno de los significados vertidos en sus escenas,
resultan bellos, es inevitable sentir cierta añoranza de una mayor apuesta por
la complejidad. Sus escenas, en ocasiones recalcan la falta de un mayor
dinamismo, de una evolución más construida y algo más romántica de lo
mostrado. Aun con todo ello, son personajes que en ocasiones tienen a rozar la
perfección por sus dulces personalidades y su manera de enfrentar el día a día
en su luchar por enamorar al contrario.
Sarah Adams posee un estilo que fácilmente puede llegar a
destacar. Sus capítulos sin duda alguna, animan a leer con el vertiginoso afán
de alcanzar sus últimas páginas y así saber el desenlace de esta historia de amor.
Destaca por encima de otros recursos, su elegancia y delicadeza, gracias
a su estilo, conforma una trama donde el enamoramiento goza de un peso
argumental destacado, cimentando así una evolución centrada de aportar mayor
presencia a las emociones. En cada uno de sus capítulos, destierra la presencia
acostumbrada del erotismo, la sensualidad no forma parte de este relato tan
diferente en sus esencias. Su romance es puramente emocional y eso sin
duda, es una cualidad que le hace destacar.
Su ritmo, como bien se ha apuntado antes, es ágil. Resulta fácil
caer rendido ante lo narrado, disfrutar de cada matiza escrito. Sus capítulos
pueden describirse como directos, ya que no efectúa rodeo alguno y conducen al
lector hasta un epílogo que actúa de grata despedida, aunque quizás resulta demasiado
apresurado en sus últimos acontecimientos narrados, llegando incluso a chocar
al lector. Sin embargo, la falta de mayor acción argumental, puede llegar a
enfriar un poco la opinión positiva mantenida a lo largo de toda su lectura. Su
dulzura sin embargo, es un punto más que positivo, que ayuda a borrar cualquier
pero mantenido u observado en sus páginas. Es una novela que, a modo de
resumen, se lee muy bien y que no te aleja de ese objetivo primordial de dejarse
entretener.
Las reglas del juego, contiene una de esas historias
que pronto se convierte en una promesa literaria, a la que recurrir sin miedo
alguno, que aleja cualquier sensación de decepción y que te brinda esa lectura
sencilla solo centrada en entretener y narrar aquellos elementos más
definitorios y recomendables de una literatura romántica clásica repleta de dulzura,
naturalidad y sentimentalismo a raudales.